Durante los últimos años de su vida, Bernardino había alcanzado ya un reconocimiento público que se manifestaba en los encargos que recibía para la reforma de hospitales y su lucha por los pobres enfermos en toda Castilla. Su muerte, sobrevenida el 6 de agosto de 1599, durante los trágicos momentos en que Madrid sufría los azotes de la peste asistiendo a un enfermo contagiado, fue sentida en todo Madrid y sus honras fúnebres congregaron a representantes de los poderes locales, acompañando a sus restos los madrileños durante los tres días en que fue expuesto su cuerpo y después en su recorrido hacia el cementerio. La dedicación de más de treinta años de su vida a los más pobres le hizo morir en olor de santidad. Enfermos, huérfanos, viudas, todos sintieron su muerte.

Pero su obra no murió con él, y los hermanos de la Congregación que fundó expandieron su ideal de vida, completando la reforma de la Enfermería española y aportando obras de inigualable valor para el desarrollo enfermero.

Esta admiración y devoción ha sobrevido hasta hoy a través, fundamentalmente, de la Real e Ilustre Archicofradía Sacramental de Santa María y del Hospital General de esta Villa, que ha mantenido viva la llama de su lucha por los más necesitados y promueve, cuatro siglos después de su muerte, su causa de beatificación.

Desde esta página desea transmitir a cuantos deseen la llama viva de Bernardino que tanto luchó por los desfavorecidos de su época.